Despacio, deprisa. Belén García Rivas
20 agosto, 2013
El tiempo en Nicaragua pasa despacio a la vez que deprisa. Despacio porque las vivencias son intensas y resulta increíble pensar que ocurren en tan sólo 24 horas. Y deprisa porque el calendario avanza y la fecha de vuelta se acerca irremediablemente.
La adaptación es más fácil de lo que se piensa, sobre todo una vez aquí, cuando miras a tu alrededor y te das cuentas de que hay otras realidades infinitamente más duras que la tuya. Te impacta, te llega. Pero si hay algo que te conmueve, además del impresionante paisaje que te rodea, es como la gente te abre las puertas de sus casas, de deja husmear en sus vidas en lugar de contestarte, ¿y a ti que te importa?
Aquí todo es distinto. Y no digamos en las comunidades. En algunas hay luz y agua, pero en otras los servicios básicos no existen. El horario viene marcado por el día y el río, que no esta precisamente al lado de casa, es el grifo donde lavar y bañarse.
Luego esta la otra Nicaragua, la turística, la de gringos bebiendo sin control, con sus rutas planificadas al milimetro, en las que si se han levantando tarde por la resaca del dia anterior el guía retrasa al resto del grupo para que desayunen con tranquilidad. Pobrecitos!!!