Hola a tod@s! Les escribe Federica desde Cochabamba, Bolivia, en el mes 9 de mi Servicio Civil. A menos de un mes de volver a casa, ya sea en Italia o en España, he comenzado a sacar conclusiones de esta extraordinaria experiencia.
Durante estos meses he tenido la oportunidad de viajar, conocer a muchas personas y aprender sobre su cultura y su forma de entender y vivir la vida. Me he enfrentado a numerosos retos, tanto en mi vida profesional como personal, que me han permitido crecer enormemente y evolucionar hasta el punto de que la Fede que regresará a casa en agosto de 2024 no es la misma Fede que llegó a Bolivia en octubre de 2023.
Aquí en Bolivia he disfrutado cada día y he aprovechado cada oportunidad para conocer cada rincón, incluso el más remoto de este hermoso país. He superado mis límites, imponiéndome y alcanzando objetivos extraordinarios, como escalar una montaña de 6088 metros de altura. Este ha sido uno de los eventos más extremos y transformadores a nivel personal que he experimentado. Sin embargo, siento que los eventos cotidianos también me han cambiado mucho como persona y en mi manera de ver y vivir la vida. Tanto de las experiencias positivas como de las negativas, he sacado provecho para seguir aprendiendo y mejorando como persona.
Esta es una pequeña reflexión sobre cómo esta experiencia me ha impactado a nivel personal, a la que he llegado caminando horas y horas durante un trekking en alta montaña, donde tuve la oportunidad de encontrarme a solas con mis pensamientos y ponerlos en orden.
A medida que mi tiempo en el proyecto se acorta día a día, quiero compartir un resumen de mi papel dentro de la Asociación Anawin, especialmente en el proyecto educativo en la Comunidad de Tuscapujio, Sacaba. Esta zona periurbana en las afueras de Cochabamba alberga cinco unidades educativas, cuatro primarias y una secundaria. La oficina de Anawin en Tuscapujio se encuentra en la escuela secundaria. Dado que es un pueblo considerable en tamaño, me he centrado principalmente en trabajar con los alumnos y los padres de familia de la escuela secundaria y de las dos primarias cercanas por motivos de proximidad.
Mi aporte en la comunidad ha sido principalmente directo a los padres de familia, aunque también tuve el placer de trabajar con los estudiantes de las escuelas.
Con los padres, he facilitado talleres y actividades de sensibilización sobre temas críticos y tabú en la comunidad, como la violencia de género, el acoso escolar y la malnutrición.
Desde octubre hasta diciembre, he sido testigo del desarrollo de cursos de especialización y certificación de competencias laborales en Panadería y Costura. En diciembre, tuve la oportunidad de participar en una feria de pequeños productores en Sacaba, donde las madres que habían completado estos cursos exhibieron y vendieron los productos que aprendieron a elaborar. Después de cerrar estos dos cursos con una emotiva ceremonia de entrega de certificados, en febrero, al regresar de las vacaciones de Navidad, colaboré con mi compañera de trabajo, Casta, en la organización e implementación de dos nuevos cursos: Construcción Civil y Tejido Artesanal. Durante los últimos meses, me he encargado de la promoción, las inscripciones y el seguimiento de estos programas.
Estos cursos, organizados por la Asociación Anawin en colaboración con el Ministerio de Educación, representan una valiosa oportunidad para la comunidad en cuanto son gratuitos y permiten a los participantes obtener certificados de competencias que poseen desde hace años pero que nunca han sido formalmente reconocidos. Estos certificados facilitan la integración en el mercado laboral, la obtención de empleos formales y el reconocimiento adecuado de las competencias, lo que contribuye a garantizar salarios dignos. Además, empoderan a las mujeres al proporcionarles la capacidad de sostener a sus familias de manera independiente, fortaleciendo así su autoestima.
Como mencioné antes, también colaboré con los estudiantes de las escuelas, especialmente con los niños y niñas de primaria, apoyándolos en cursos de recuperación escolar por las tardes. Esta labor me impactó profundamente, especialmente al encontrarme con niños de 8 o 9 años que aún no sabían leer ni escribir correctamente.
La realidad de la comunidad es muy complicada: la mayoría de los jóvenes viven en viviendas informales, sus padres trabajan todo el día y ellos tienen que valerse por sí mismos. Por estas razones, muchos estudiantes optan por abandonar la escuela y empezar a trabajar. En este contexto, se me asignó la tarea de realizar entrevistas de apoyo psicopedagógico con adolescentes de secundaria que enfrentaban dificultades y corrían el riesgo de abandonar sus estudios. Cada martes, los contactaba individualmente para sostener conversaciones y animarlos a asistir a los cursos de recuperación por la tarde, con el fin de ayudarles a salvar el año escolar.
Finalmente, pero no menos importante, he brindado apoyo a las familias y escuelas realizando el seguimiento de sus huertos, distribuyendo materiales y semillas para el cultivo. También participé en una Feria de Pequeños Productores, donde la comunidad pudo vender sus productos y, al final, prepararlos para promover una alimentación saludable.