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Desculpe, para chegar a…

30 agosto, 2015

Desde que tenemos carrinha -léase furgoneta – nos hemos acostumbrado a movernos mucho, sobretodo cuando llega el fin de semana. Durante nuestras excursiones, una de las primeras cosas que detecté fue que llegar a destino no es tan fácil como era de esperar. No es que mi especialidad sea orientarme, pero en Portugal las indicaciones, carreteras, direcciones, nombres de pueblos, todo, es bastante confuso.

Antes de salir de casa, como cualquier aventurero que se precie, te organizas, miras el mapas y eliges la destinación. A poder ser pasando por carreteras nacionales, de las de curvas que atraviesan todos los pueblos de la zona y donde la máxima permitida sean los 50 quilómetros por hora. Una vez hecho esto, y con la ruta bien estudiada, te lanzas a la aventura. Pero parece ser que esto tampoco sirve de mucho.

Los problemas empiezan cuando estás siguiendo felizmente un cartel y éste desaparece como por arte de magia. “Ui! ¿Donde está la indicación?”. Das vueltas a la rotonda. Una, dos y hasta tres veces. No aparece. Pero – todavía – no pierdes la calma porqué quizás no lo has visto y –evidentemente – en breve van a aparecer otros carteles para sacarte de dudas y ver si te has despistado.

El sudor frío aparece cuando, después de unos minutos, los carteles en cuestión brillan por su ausencia. O por lo contrario empiezas a encontrar indicaciones enormes y casi luminosas que te invitan cordialmente a meterte en la autopista, que en este momento es, por muchas razones, el enemigo.

En una situación normal, sacarías el móvil. Conectarías el GPS y el siempre útil Google Maps te ayudaría a encontrar el camino. Pero claro! Estás en Portugal y has decidido NO contratar datos para estar más tranquila, desconectar, poner distancia y bla-bla-bla. Pura patraña, como indican las 348 contraseñas de wifi de bares, estaciones, aeropuertos, centros comerciales, tiendas y casas de vecinos, que tienes memorizadas en el teléfono.

Tras unos segundo de sofoco, ¡se hace la luz! Y te acuerdas de como era tu vida antes de los SmartPhones. Y, oh, ¡maravilla! Decides parar el coche, abrir la ventanilla y preguntar a los habitantes de la zona. Por suerte, la facilidad con la que uno puede perderse o desorientarse en Portugal contrasta con las ganas y energia que le ponen los portugueses al dar indicaciones. Todavía no tengo claro si una cosa es consecuencia de la otra o si se complementan.

El caso es que no escatiman detalles y si necesitan 15 minutos para explicarte como llegar, te los dedican sin problema. O llaman al primo que les confirma que lo que te están diciendo es correcto. O te hacen un mapa en tres dimensiones, contando las gasolineras, puentes y rotondas de los siguientes diez quilómetros. O se meten en el coche contigo y te acompañan. También les gusta mucho eso de darte el teléfono por si, casualidades de la vida, otra vez te perdieras por esa zona, vayas a tomarte un café con ellos. Pero esa es otra história.

Moraleja: si alguna vez te pierdes en Portugal, no lo dudes: para y pregunta.